No me lo podía creer e incluso
pensaba que me estaban gastando una broma. Acababa de colgar a ese hombre que
se hacía llamar Derek Bryant. No pude evitarlo, grité silenciosamente y me puse
a dar saltitos delante de Magda.
-¿Puedo saber por qué estás tan
feliz? No suele llamarte nadie aquí… al principio he pensado que te esperaban
malas noticias, ya sabes, parecía un empleado de algún banco. Ya veo que voy
por el mal camino, ¡cuenta!
-¡Todo lo contrario! ¡No me lo
puedo creer! ¿No me estaréis gastando una broma, verdad? Es un editor de la
Editorial Eagle, ¡han leído un relato que presenté en un concurso y les ha
gustado!
Magda sonrió, feliz por mí, pero
se quedó con las ganas de saber más.
-¿Y…?
-¡Quieren que publique una
novela! ¡Increíble!
-Señoritas, ¿tengo que reñiros a
vosotras también? – Aron se acercaba hacia nosotras, pidiendo silencio de forma
indirecta. Tenía ya sus años al igual que Magda. Vestía unos pantalones negros
y una camisa azul de manga larga, sencillo pero autoritario. Físicamente era de
tez morena y tenía el cabello del color del carbón. Su función era hacer callar a la gente dentro
de la biblioteca y vigilar que no se incumplieran las normas, como por ejemplo
comer en la biblioteca, robar libros,… Magda en cambio tenía un trabajo más
cerrado. Respondía a las llamadas en una pequeña sala de la biblioteca y se
dedicaba a negociar los transportes de libros y otras cosas de las cuales yo desconocía.
Su pelo era corto y algo indomable, supongo que por la edad y tantos tintes de
color castaño.
-Vamos Aron, estamos de
celebraciones. Van a publicarle un libro a Helen. – Soltó Magda
precipitadamente.
-¿Un libro? No sabía que ten…
-¡Espera! No he escrito ninguna
novela aun, debo hacerlo y cuando lo haga lo publicarán si es que acepto el
trato. No os precipitéis…
-Ponedme al día, señoritas.
-Me acaba de llamar un editor de
la Editorial Eagle diciéndome que les ha gustado un relato que presenté en un
concurso. Y, bueno, quieren que publique un libro en su empresa.
-Vaya… enhorabuena, Helen. Si han
llegado a contactar contigo personalmente es por algo bueno. Ahora, les pido
por favor señoritas, que cuando estén celebrando cosas como ésta en la oficina
cierren la puerta porque se os oye des del vestíbulo.
-Lo siento, yo ya vuelvo al
trabajo. – Me disculpé y salí de la habitación delante de Aron. A través de la
pared de cristal, gestualmente le dije a Magda que se lo contaría todo luego.
Saqué de mi bolsillo trasero la
lista que había doblado mientras bajaba las escaleras en busca del teléfono. La
revisé de nuevo para saber qué me tocaba hacer en ese momento.
Yo misma realizaba esas listas.
Mi trabajo consistía en colocar todos los libros que llegaban y no solo eso,
debía incluirlos en la base de datos de la biblioteca, ponerles un código y
finalmente colocarlos en la estantería adecuada. A veces hacía lo contrario,
retiraba los libros de los estantes simplemente porque los habían descatalogado
o los solicitaban en otra biblioteca.
Ese día, mi objetivo era retirar
tres libros escritos en latín de la sección de idiomas clásicos y otros dos de
teología. Alguien de una biblioteca situada a la otra de la ciudad necesitaba
estos cinco libros para crear uno nuevo de historia, según me habían dicho a
través de un correo electrónico.
Así pues, subí las escaleras que
había bajado anteriormente. Cuando ya me encontraba en la primera planta, un
joven de unos 16 años se me acercó tan pronto me vio. Su rostro mostraba
desorientación entre tanto papel.
-Perdone, ¿trabaja aquí?
-Sí, ¿en qué puedo ayudarle?
-Estoy buscando un libro en latín
que me piden en el instituto, ¿me podría decir dónde puedo encontrarlo?
Me alargó un trozo de papel de
libreta. Lo cogí y leí qué ponía. Evidentemente, el título y el autor.
-Por supuesto, ahora mismo me
dirigía hacia allí, sígueme.
Caminé hacia la sección de
idiomas clásicos como si ese chico no hubiera interrumpido mi faena. No estaba
muy lejos, solo a unos pasos. Volví a mirar su papel para no equivocarme y
saqué el libro que pedía.
-Es este, ¿verdad? Aquí tienes.
-Muchas gracias.
Se sentó justamente en la mesa de
al lado, abrió su mochila y sacó algunas cosas, entre ellas una libreta y un
bolígrafo negro. Aproveché para darle algunos consejos.
-Si buscas algún libro en
concreto, pregúntalo en recepción, allí te dirán en lugar exacto dónde se
encuentra. Si no, búscalo por secciones. Esta es la sección de idiomas
clásicos, por ejemplo. Una vez encuentres la sección, buscas la estantería de
los libros en latín y seguidamente el nombre del autor. Todos los libros están
ordenados alfabéticamente por la primera letra del apellido del autor.
-Gracias, la verdad es que no
suelo venir por aquí.
-No te preocupes, a la gente le
suele pasar y más la primera vez.
Sin querer molestarle más, volví
a mi tarea y busqué los libros de la lista. Cuando encontré el primero, el
joven me volvió a hablar.
-¿Sabes latín?
-Sí. – Quería preguntarle por el
motivo pero me quedé en silencio para que se explicara.
-He empezado este año y me
resulta un poco complicado.
-Creía que el latín se empezaba a
partir de los 15. – Me di cuenta de quizás ese chico tenía 15 años y no 16.
-Sí, bueno, no exactamente. Latín
se empieza en el último curso del instituto solo si eliges la asignatura. Yo no
la elegí y ahora que he empezado el bachillerato voy algo perdido.
-Oh, vaya, yo ya no estoy muy
enterada de la organización de la educación, disculpa.
-Te lo preguntaba porque no
entiendo algunas cosas, si no te importa…
Dejé el libro que acababa de
encontrar encima de la mesa y automáticamente busqué otro que no me costó nada
encontrarlo. Se lo dejé a su lado, también encima de la mesa.
-Este libro es muy bueno. Es un
traductor del español al latín y viceversa. No solo traduce, también están las
definiciones y algunas normas de ortografía a seguir. No es muy complicado de
entender.
-Gracias, me hará mucha falta.
Sé que ese chico no buscaba un
diccionario, quería que yo misma le tradujera. Aun así, estaba segura de que el
diccionario/traductor le haría más falta que yo.
-¿Tienes el carné de la
biblioteca? Si es así puedes llevarte el libro a casa.
-No, tengo otro carné de otra
biblioteca, hace poco que me he mudado.
-Si la biblioteca es de esta
ciudad no hay problema, puedes usar el mismo en todas las bibliotecas de la
ciudad.
-Está bien, muchas gracias de
nuevo, me lo llevaré a casa.
Busqué los libros restantes, dos
en esa misma sección y otros dos en otra. Los amontoné y los cargué como si
llevara una caja, ocupando totalmente las manos.
De nuevo bajé las escaleras para
dirigirme a la oficina de Magda. Podía usar un carrito y bajar por el ascensor
pero me había dejado el carro en la planta superior.
Magda me vio a través del cristal
y corrió hasta la puerta para abrirla.
-Gracias, ¿dónde los dejo?
-Dentro de esa caja de cartón. –
Mientras los colocaba continuaba hablándome. – Aron ya se ha ido, creo que está
por los pisos de arriba.
-Genial, ya podemos hablar
tranquilamente. ¿Quieres que te traiga un café?
-¡Ni hablar! Siéntate y
cuéntamelo todo al detalle, querida.
Me senté en una silla, situada
enfrente de su escritorio.
-Un hombre llamado Derek quiere
que publique una novela para su empresa, como te he dicho. Hemos quedado mañana
por la mañana en el parque Agost e iremos a tomar un café para hablarlo
tranquilamente. No voy a aceptar tan rápido, quiero saber todos los detalles…
-¡Me alegro tanto por ti pequeña!
Es tu sueño.
-Uno de tantos… - La rectifiqué.
-Sí, ahora solo te falta un
hombre rico, guapo y que te trate bien.
-Eso no es nada fácil.
Me reí de su forma de ver la
vida. Magda ya llevaba un puñado de años casada y siempre me advertía de que yo
no cometiera el mismo error que ella: casarme pronto.
-Ya lo creo que no. Para mañana,
escoge una ropa elegante pero sin pasarte, no vaya a ser que piense que eres
una fina. Sobre todo, no vayas con las manos vacías, llévate al menos una
carpeta con tus relatos y por si acaso una copia del currículum.
-Vaya, si que estás enterada del
tema. Lo tendré todo el cuenta Magda, muchas gracias. Espero que todo vaya
bien.
-Ya verás como sí, querida.
-Cambiando de tema, ¿estos libros
los vienen a buscar mañana? –Señalé los libros que acababa de meter en la caja
de cartón.
-Creo que sí, ¿quieres que mire
el correo y lo compruebo?
-No es necesario. Lo hecho, hecho
está. Lo dejo aquí, ya lo vendrán a buscar.
-Bien dicho. –Me sonrió dándome la
razón.