Estuve un rato esperando en la
línea telefónica y no obtenía ninguna respuesta. Colgué tras la quinta señal.
Jan me miraba sin entender qué pasaba.
-¿No contesta?
-No, no hay respuesta. – Revisé
de nuevo la hoja de datos personales. – No importa, voy a llamar a otro
teléfono de la lista, el que acabo de marcar es un número fijo, supongo que
será el de casa.
-Bueno, es normal. Quizás en este
momento esté trabajando, un viernes por la mañana es muy obvio.
-¿Crees que debería llamarle al
trabajo? – Dudaba de hacerlo, no quería hacerme muy pesado y molestarle
mientras trabajaba.
-Pruébalo, ¿por qué no? ¿De qué
trabaja? – Jan se había entusiasmado con esa chica. Los cotilleos eran su
fuerte y la curiosidad de apoderaba de él.
-El número de teléfono
corresponde a la biblioteca Rickdam Ham. Puede que sea bibliotecaria.
-Típico de alguien que se dedica
a la escritura. Debe tener buenos conocimientos literarios.
Copié el número del papel al
teléfono y deseé que esta vez contestara. Me moría de ganas por conocerla, al
menos saber algo más de ella.
-Buenos días, Biblioteca Pública de Rickdam Ham. – La voz de una
mujer aparentemente adulta, rozando los 40, resaltaba al otro lado del
teléfono. Debo reconocer que no esperaba una voz así, ya que la fotografía que
tenía presente era de una adulta joven.
-Buenos días, ¿es usted Helen
Miller?
-Oh, busca a la señorita Miller, ¿puede esperarse un momento? En seguida
le atiende.
La mujer, que podía entender que
era una secretaria o una recepcionista, me dejó medio minuto en silencio. Jan
me lanzaba miradas insinuando que quería saber qué pasaba. Yo asentí con la
cabeza, indicándole que si habían contestado. Al instante, sonó la voz que
estaba esperando.
-Buenos días, soy Helen Miller, ¿qué desea? – Esta vez, la voz
sonaba más fina y delicada, una voz que pegaba con la mujer de la fotografía,
Helen Miller.
-Hola, siento molestarla durante
el trabajo.
-No se preocupe, no molesta. Usted dirá.
Jan ignoró completamente todas
las novelas que aun debía editar y corregir. Se apoyó en la mesa, prestándome toda
su atención.
-Me llamo Derek Bryant, le llamo
desde la Editorial Eagle. Tengo entendido que su afición es escribir, ¿cierto?
-Así es. – No dijo nada más, se le notaban las ganas de saber más.
-Usted participó en un concurso
literario comarcal que se realizó el pasado mes. Es verdad que no obtuvo el
primer premio pero a los jueces les gustó igualmente su relato. Por eso, su
relato ha llegado hasta las manos de una empresa editorial. – Hice una pequeña
pausa, dejando tensión. – Nos gustaría publicar algún libro suyo.
-Me pilla usted un poco de imprevisto… presenté un relato, no un libro.
Me parece una buena propuesta y la aceptaría en seguida si no fuera porque no
tengo ninguna novela acabada ni siquiera empezada.
-Lo sabemos, sabemos que solo era
un relato. No debe preocuparse por ello, nuestro objetivo es que escriba una
novela a partir de ahora, con calma, sin prisa. Yo mismo he sido asignado para
ayudarle con su escritura, soy editor.
-No sé qué decirle ahora mismo…
-No quiero una respuesta de inmediato,
puede pensárselo. Es más, si lo prefiere, podemos quedar en persona para
hablarlo mejor.
-Estaría bien, desearía saberlo todo al detalle antes de aceptar.
-Por supuesto, es comprensible. ¿Cuándo
le va bien?
-¿Cuándo le va bien a usted?
-Hmm… ¿mañana? Siento que sea
sábado, si no le va bien no se vea obligada a aceptar.
-Perfecto, ¿a las 10 de la mañana le va bien?
Pensé que realmente no me iba
bien mañana por la mañana. Esa misma noche venía a visitarme Mara y por la
mañana me apetecía descansar. De todas formas, no quise negarme a la propuesta.
-Sí, está bien, ahora sólo falta
el lugar. ¿Sabe dónde está la cafetería Civit?
Jan, que ya apoyaba la cabeza
sobre la mesa, se sobresaltó al oír el nombre.
Cuando aún vivía con Suzie vivía
cerca de Helen, así que me conocía los lugares públicos y en especial la
cafetería Civit, que visitaba casi todos los días.
-No, lo siento, la desconozco.
-¿Y el parque Agost?
-Sí, el parque sí.
-Quedamos allí entonces. Mañana
por la mañana a las 10h en el parque Agost.
-Me parece bien, ¿desea algo más?
-No, eso es todo. Que tenga un
buen día señorita Miller.
-Igualmente señor Bryant. Hasta entonces.
-Adiós.
Colgué el teléfono satisfecho por
haberla encontrado. Sentía curiosidad por ella.