domingo, 27 de enero de 2013
¡Holas de nuevo!
Después de tanto tiempo vuelvo. No creáis que no he estado escribiendo durante este tiempo. Solo me vino una crisis de inspiración, que me suele pasar a menudo. Me he rayado un poco también por esto de subir relatos en un blog. Reuslta que hay algunos concursos que no aceptan historias que se han subido antes en internet, ballblalba... en fin, ¡pero he vuelto! Y con una historia algo sádica xD.
Saciar
-Necesitaba saciar mi hobby, mi mejor habilidad, ¿de qué
sirve saber hacer algo muy bien si no lo utilizas para nada? Pues eso, para
nada. Al igual que un pintor necesita pintar y que un detective necesita
resolver casos.
Kedey arqueó una ceja, dudo de si le estaba insultando
indirectamente. No creía ni una sola palabra de esa mujer, ni en un futuro lo
haría. Sabía que la señorita no cambiaría su forma de ser a pesar de saber que
lo que hacía era malo, muy malo y que afectaba a más personas relacionadas con
las víctimas.
-No se lo tome a mal, señor Kedey. Sé que no saldré de aquí
hasta que no pasen unos cuantos años, pero piensa: cuando saldré toda mi sed se
habrá acumulado y mataré a todas esas personas de las cuales habré ideado un
plan para que sean asesinadas por mis propias manos. ¿No cree que asesinar
debería ser un arte? Es necesaria una gran sabiduría para hacerlo, una amplia
planificación al detalle. La gente debería sentirse halagada por ser odiada.
-Está usted completamente loca. Voy a apuntar en su informe
que necesita sesiones de nuestro psiquiátrico.
Kedey cogió el informe y lo releyó de nuevo por encima.
Levantó la vista unos segundos y le lanzó una mirada a uno de los guardias
encargados de vigilar y de estar presentes como testigos. Parecía nervioso,
Kedey podía notar el miedo que le tenía a la asesina. Volvió a prestar toda su
atención al papel y añadió unas cuatro frases escritas a mano.
-No servirá de nada, lo sabe. Voy a matar a quien sea esa
persona también si impide que continúe con mi pasión.
-Agradecería, señorita, que pusiera un poco de su parte y le
tuviera un poco de respeto. Solo querrá ayudarle. Es su trabajo, su obligación.
-Señor Kedey. – Se oyó una voz a través de un altavoz.
El detective general del distrito y el jefe de policía del
caso estaban escuchando el interrogatorio a través de unos micros desde otra
sala. No se atrevían a entrar en esa habitación. Kedey en cambio, no le tenía miedo.
Continuó hablando el detective general.
-El señor Phylis y yo hemos tomado una decisión. No es
necesario que continúe el interrogatorio ni que añada más anotaciones al
informe. Que sea ejecutada.
-¡¿Ejecutada?! – Ella se rió descaradamente, su risa resonaba
en toda la habitación llena de silencio.
-Llévensela. – Ordenó Kedey.
Cinco guardias se la llevaron a la fuerza. Ella no pudo
oponerse ni lo más mínimo, sólo podía hablar.
-No os libraréis de esta. Volveré aunque esté muerta.
Volveré… ¡porque me llamo Dahlia Hawthorne!
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