miércoles, 19 de diciembre de 2012

Betrayal & Delete [Cap. 7 - Agost] - Helen Miller



Involuntariamente, mis ojos derramaron un par de lágrimas. A pesar de ser un sueño, había sido muy real y sentía que verdaderamente me había sucedido.

Salí de la cama porque ya no sería posible volver a cerrar los ojos y lancé una mirada rápida al despertador; me había despertado doce minutos exactos antes de lo programado.

Antes de que se me olvidara todo, apunté lo que había soñado en una libreta [3] dónde solía escribir lo que mi mente originaba mientras dormía.

Ese mismo día había quedado con Derek Bryant, el chico de la llamada inesperada, en el parque Agost. El día anterior por la noche había preparado una carpeta con todos los documentos y relatos necesarios, tal y como me había aconsejado Magda. También la ropa que debía ponerme: elegante aunque sin pasarse. Escogí una camisa blanca, una falda de color gris oscuro y unos zapatos de tacones negros [3].

Me duché antes de ponerme nada y acto seguido me sequé el pelo. Pensé que hacerme un moño sería demasiado formal, por lo tanto, me dejé el cabello suelto, liso.

Abrí el armario y saqué una caja que guardaba en su interior. Era mi cajita de las joyas, en ella guardaba las pocas joyas que me habían acompañado alguna vez en mi vida. Escogí un reloj de correa negra [4] para la ocasión. No quise ponerme ningún otro complemento porque pensé que ya sería pasarse.

Seguidamente, me fui a la cocina en busca de algo para alimentarme; me apetecía algo dulce. Opté por una taza de leche con polvo de cacao acompañado por cereales hechos de galleta y chocolate [5]. Delicioso, adoraba el chocolate.

Quise sentarme un rato en el sofá tras eso. Me sobraba tiempo y no me gustaba cepillarme los dientes tan pronto acababa de comer, ya que a veces hacía que me sentara mal la comida.

Ojeé una revista de diseño interior. Me encantaba decorar casas y crear ropa, era algo que solía hacer mucho gracias a un programa [6] de mi ordenador. En esos instantes deseaba tener una casa más grande y no vivir en un pequeño piso como el que tenía. Por supuesto, el piso estaba decorado por mí: des del color de las paredes hasta las figuritas de las estanterías. Evidentemente, yo no había hecho con mis propias manos las figuritas y mucho menos los muebles, todo lo había comprado en distintas tiendas y fábricas de forma individual.

Al haber pasado cinco páginas, miré la hora y pensé que ya era momento de irse. Me abrigué, cogí la carpeta, me puse el bolso en el hombro y cerré el piso con llave.

Tardé un poco en llegar en el parque a causa de algún tipo de accidente. Según podía deducir desde el coche, unas cuantas personas habían muerto o estaban heridas. Varias ambulancias destacaban por sus luces encendidas. Muchas camillas salían a toda velocidad de un edificio que tras pensar un rato me percaté de que era la Escuela Pública Vonamark. Sentí preocupación por los niños y deseé que no fuera nada grave.

Llegué a mi destino. No le veía por ninguna parte. La verdad es que no tenía ni idea de cómo sería el rostro de ese tipo.

 El parque Agost era muy bonito y aun más en esa época del año. Los árboles lucían hojas amarillentas y el suelo hojas algo más apagadas que juntas formaban una gamma perfecta.

Niños pequeños jugaban con una pelota de plástico corriendo a toda prisa detrás de ella, mientras que las niñas y otros niños jugaban en una caja de arena construyendo castillos o creando casas para las muñecas. Los adultos paseaban por el parque, otros estaban sentados en los bancos hablando de sus problemas y los más mayores se sentaban al lado de una fuente, donde daban de comer a las palomas.

Empecé a preocuparme. En ese instante me odié a mi misma por no concretar una parte en especial dentro del parque, ¿cómo se suponía que iba a encontrarlo?

domingo, 9 de diciembre de 2012

Betrayal & Delete [6, Dementium] - Helen Miller


Casi sin tocar las escaleras, más bien rozándolas, caí de nuevo. Volví a levantarme rápidamente aunque eso solo provocó una quinta caída. Recuperé el equilibrio y me adentré en la gran sala cerrando la puerta metálica indestructible [2].

Una sala, mejor un laberinto[2]. Un laberinto lleno de pasillos pero a la vez con muchas habitaciones dentro, todo estaba lleno de sangre, aunque en algunas partes no había ni una sola gota. Lo que más me intrigaba en ese momento era el olor, el fuerte olor a sangre, a muertos, cadáveres, no me molaba eso... pero no, no podía, no podía oler nada.

Ya no escuchaba ningún ruido. Seguía en la entrada de la inmensa sala oscura sin olores ni nada a lo que recurrir. El monstruo bicho medio humano ya no daba golpes a la puerta y empecé a pensar.


¿Cómo podía salir de allí? Deseaba estar en casa con mi chico relajada en el sofá, sentir y oír su dulce voz en mi oreja con susurros, mariposas en el estómago, calor con su piel, amor con su mirada y...

Un ruido que me paralizó borró mis pensamientos por el momento. Una puerta metálica. Hacía el mismo ruido que la otra, ese chillido al contactar con el suelo y ese “pam” al cerrarla. Alguien había entrado en la sala y venía hacia mí... pude verlo a lo lejos del pasillo, era él, una sombra roja como una serpiente, no sabía qué era muy bien eso, pero podía suponerlo, ya que no quería mirarle. Solo pensaba en correr y correr y correr...

Corrí, tanto como pude en otra dirección, en otro pasillo más del laberinto lleno de habitaciones. A saber a dónde me llevaría ese trozo de pared.


No me alegró mucho ver al final del pasillo una habitación. Era... como un lavabo pequeño con solo el váter con un simple grifo, esos tan estrechos que hay en los pisos. De todas formas, eso no era un lavabo era una habitación sin nada. Entré en ella. La sombra me seguía, estaba acabada.


La puerta no era metálica esta vez, era de madera. Llorando me dejé caer en el suelo y me apegué a la pared más lejana de la puerta de tal modo que solo habían unos centímetros de distancia entre las dos paredes.

Alguien empujaba la puerta con mucha fuerza. Tuve que poner mi espalda contra la puerta y los pies pegados en la pared más lejana haciendo fuerza para que la sombra no se apoderase de mí. No pude, no pude aguantar más la puerta y la sombra me ganó.
Una cosa roja iba a tirarse encima de mí, una capa roja... grité.

Me desperté, no fue el típico despertador como en las películas sino la simple pesadilla, el miedo, el susto de morir.


No siempre tenía la misma pesadilla, a veces tenía sueños bonitos, otras veces oscuros, pero siempre habían sido raros con algo que cuando despertaba no entendía.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Betrayal & Delete [Parte 5] - Helen Miller



No me lo podía creer e incluso pensaba que me estaban gastando una broma. Acababa de colgar a ese hombre que se hacía llamar Derek Bryant. No pude evitarlo, grité silenciosamente y me puse a dar saltitos delante de Magda.

-¿Puedo saber por qué estás tan feliz? No suele llamarte nadie aquí… al principio he pensado que te esperaban malas noticias, ya sabes, parecía un empleado de algún banco. Ya veo que voy por el mal camino, ¡cuenta!

-¡Todo lo contrario! ¡No me lo puedo creer! ¿No me estaréis gastando una broma, verdad? Es un editor de la Editorial Eagle, ¡han leído un relato que presenté en un concurso y les ha gustado!
Magda sonrió, feliz por mí, pero se quedó con las ganas de saber más.

-¿Y…?

-¡Quieren que publique una novela! ¡Increíble!

-Señoritas, ¿tengo que reñiros a vosotras también? – Aron se acercaba hacia nosotras, pidiendo silencio de forma indirecta. Tenía ya sus años al igual que Magda. Vestía unos pantalones negros y una camisa azul de manga larga, sencillo pero autoritario. Físicamente era de tez morena y tenía el cabello del color del carbón.  Su función era hacer callar a la gente dentro de la biblioteca y vigilar que no se incumplieran las normas, como por ejemplo comer en la biblioteca, robar libros,… Magda en cambio tenía un trabajo más cerrado. Respondía a las llamadas en una pequeña sala de la biblioteca y se dedicaba a negociar los transportes de libros y otras cosas de las cuales yo desconocía. Su pelo era corto y algo indomable, supongo que por la edad y tantos tintes de color castaño.

-Vamos Aron, estamos de celebraciones. Van a publicarle un libro a Helen. – Soltó Magda precipitadamente.

-¿Un libro? No sabía que ten…

-¡Espera! No he escrito ninguna novela aun, debo hacerlo y cuando lo haga lo publicarán si es que acepto el trato. No os precipitéis…

-Ponedme al día, señoritas.

-Me acaba de llamar un editor de la Editorial Eagle diciéndome que les ha gustado un relato que presenté en un concurso. Y, bueno, quieren que publique un libro en su empresa.

-Vaya… enhorabuena, Helen. Si han llegado a contactar contigo personalmente es por algo bueno. Ahora, les pido por favor señoritas, que cuando estén celebrando cosas como ésta en la oficina cierren la puerta porque se os oye des del vestíbulo.

-Lo siento, yo ya vuelvo al trabajo. – Me disculpé y salí de la habitación delante de Aron. A través de la pared de cristal, gestualmente le dije a Magda que se lo contaría todo luego.

Saqué de mi bolsillo trasero la lista que había doblado mientras bajaba las escaleras en busca del teléfono. La revisé de nuevo para saber qué me tocaba hacer en ese momento.

Yo misma realizaba esas listas. Mi trabajo consistía en colocar todos los libros que llegaban y no solo eso, debía incluirlos en la base de datos de la biblioteca, ponerles un código y finalmente colocarlos en la estantería adecuada. A veces hacía lo contrario, retiraba los libros de los estantes simplemente porque los habían descatalogado o los solicitaban en otra biblioteca.

Ese día, mi objetivo era retirar tres libros escritos en latín de la sección de idiomas clásicos y otros dos de teología. Alguien de una biblioteca situada a la otra de la ciudad necesitaba estos cinco libros para crear uno nuevo de historia, según me habían dicho a través de un correo electrónico.

Así pues, subí las escaleras que había bajado anteriormente. Cuando ya me encontraba en la primera planta, un joven de unos 16 años se me acercó tan pronto me vio. Su rostro mostraba desorientación entre tanto papel.

-Perdone, ¿trabaja aquí?

-Sí, ¿en qué puedo ayudarle?

-Estoy buscando un libro en latín que me piden en el instituto, ¿me podría decir dónde puedo encontrarlo?

Me alargó un trozo de papel de libreta. Lo cogí y leí qué ponía. Evidentemente, el título y el autor.
-Por supuesto, ahora mismo me dirigía hacia allí, sígueme.

Caminé hacia la sección de idiomas clásicos como si ese chico no hubiera interrumpido mi faena. No estaba muy lejos, solo a unos pasos. Volví a mirar su papel para no equivocarme y saqué el libro que pedía.

-Es este, ¿verdad? Aquí tienes.

-Muchas gracias.

Se sentó justamente en la mesa de al lado, abrió su mochila y sacó algunas cosas, entre ellas una libreta y un bolígrafo negro. Aproveché para darle algunos consejos.

-Si buscas algún libro en concreto, pregúntalo en recepción, allí te dirán en lugar exacto dónde se encuentra. Si no, búscalo por secciones. Esta es la sección de idiomas clásicos, por ejemplo. Una vez encuentres la sección, buscas la estantería de los libros en latín y seguidamente el nombre del autor. Todos los libros están ordenados alfabéticamente por la primera letra del apellido del autor.

-Gracias, la verdad es que no suelo venir por aquí.

-No te preocupes, a la gente le suele pasar y más la primera vez.

Sin querer molestarle más, volví a mi tarea y busqué los libros de la lista. Cuando encontré el primero, el joven me volvió a hablar.

-¿Sabes latín?

-Sí. – Quería preguntarle por el motivo pero me quedé en silencio para que se explicara.

-He empezado este año y me resulta un poco complicado.

-Creía que el latín se empezaba a partir de los 15. – Me di cuenta de quizás ese chico tenía 15 años y no 16.

-Sí, bueno, no exactamente. Latín se empieza en el último curso del instituto solo si eliges la asignatura. Yo no la elegí y ahora que he empezado el bachillerato voy algo perdido.

-Oh, vaya, yo ya no estoy muy enterada de la organización de la educación, disculpa.

-Te lo preguntaba porque no entiendo algunas cosas, si no te importa…

Dejé el libro que acababa de encontrar encima de la mesa y automáticamente busqué otro que no me costó nada encontrarlo. Se lo dejé a su lado, también encima de la mesa.

-Este libro es muy bueno. Es un traductor del español al latín y viceversa. No solo traduce, también están las definiciones y algunas normas de ortografía a seguir. No es muy complicado de entender.

-Gracias, me hará mucha falta.

Sé que ese chico no buscaba un diccionario, quería que yo misma le tradujera. Aun así, estaba segura de que el diccionario/traductor le haría más falta que yo.

-¿Tienes el carné de la biblioteca? Si es así puedes llevarte el libro a casa.

-No, tengo otro carné de otra biblioteca, hace poco que me he mudado.

-Si la biblioteca es de esta ciudad no hay problema, puedes usar el mismo en todas las bibliotecas de la ciudad.

-Está bien, muchas gracias de nuevo, me lo llevaré a casa.

Busqué los libros restantes, dos en esa misma sección y otros dos en otra. Los amontoné y los cargué como si llevara una caja, ocupando totalmente las manos.

De nuevo bajé las escaleras para dirigirme a la oficina de Magda. Podía usar un carrito y bajar por el ascensor pero me había dejado el carro en la planta superior.

Magda me vio a través del cristal y corrió hasta la puerta para abrirla.

-Gracias, ¿dónde los dejo?

-Dentro de esa caja de cartón. – Mientras los colocaba continuaba hablándome. – Aron ya se ha ido, creo que está por los pisos de arriba.

-Genial, ya podemos hablar tranquilamente. ¿Quieres que te traiga un café?

-¡Ni hablar! Siéntate y cuéntamelo todo al detalle, querida.

Me senté en una silla, situada enfrente de su escritorio.

-Un hombre llamado Derek quiere que publique una novela para su empresa, como te he dicho. Hemos quedado mañana por la mañana en el parque Agost e iremos a tomar un café para hablarlo tranquilamente. No voy a aceptar tan rápido, quiero saber todos los detalles…

-¡Me alegro tanto por ti pequeña! Es tu sueño.

-Uno de tantos… - La rectifiqué.

-Sí, ahora solo te falta un hombre rico, guapo y que te trate bien.

-Eso no es nada fácil.

Me reí de su forma de ver la vida. Magda ya llevaba un puñado de años casada y siempre me advertía de que yo no cometiera el mismo error que ella: casarme pronto.

-Ya lo creo que no. Para mañana, escoge una ropa elegante pero sin pasarte, no vaya a ser que piense que eres una fina. Sobre todo, no vayas con las manos vacías, llévate al menos una carpeta con tus relatos y por si acaso una copia del currículum.

-Vaya, si que estás enterada del tema. Lo tendré todo el cuenta Magda, muchas gracias. Espero que todo vaya bien.

-Ya verás como sí, querida.

-Cambiando de tema, ¿estos libros los vienen a buscar mañana? –Señalé los libros que acababa de meter en la caja de cartón.

-Creo que sí, ¿quieres que mire el correo y lo compruebo?

-No es necesario. Lo hecho, hecho está. Lo dejo aquí, ya lo vendrán a buscar.

-Bien dicho. –Me sonrió dándome la razón.

martes, 4 de diciembre de 2012

Aaaa ver...

Siento la espera. Estoy redactando el capítulo 5, no me acaba de convencer mucho pero bueno. El capítulo 5 está narrado des del punto de vista de Helen Miller. Para los que habéis leído "Delete" (mi novela inacabada...) podréis ver que la parte 5 es nueva y que no consta en ninguna parte de Delete. ¿Qué más? ¡Uh sí! Pronto añadiré el apartado de "Curiosidades" ya os explicaré en qué consiste, de momento añado que es para mejorar y aclarar algunos detalles.

PD: No sé qué hago escribiendo esto, ahora. Mañana tengo 3 exámenes ._.

sábado, 24 de noviembre de 2012

??? [Parte 4] - Derek Bryant



Estuve un rato esperando en la línea telefónica y no obtenía ninguna respuesta. Colgué tras la quinta señal. Jan me miraba sin entender qué pasaba.

-¿No contesta?

-No, no hay respuesta. – Revisé de nuevo la hoja de datos personales. – No importa, voy a llamar a otro teléfono de la lista, el que acabo de marcar es un número fijo, supongo que será el de casa.

-Bueno, es normal. Quizás en este momento esté trabajando, un viernes por la mañana es muy obvio.

-¿Crees que debería llamarle al trabajo? – Dudaba de hacerlo, no quería hacerme muy pesado y molestarle mientras trabajaba.

-Pruébalo, ¿por qué no? ¿De qué trabaja? – Jan se había entusiasmado con esa chica. Los cotilleos eran su fuerte y la curiosidad de apoderaba de él.

-El número de teléfono corresponde a la biblioteca Rickdam Ham. Puede que sea bibliotecaria.

-Típico de alguien que se dedica a la escritura. Debe tener buenos conocimientos literarios.

Copié el número del papel al teléfono y deseé que esta vez contestara. Me moría de ganas por conocerla, al menos saber algo más de ella.

-Buenos días, Biblioteca Pública de Rickdam Ham. – La voz de una mujer aparentemente adulta, rozando los 40, resaltaba al otro lado del teléfono. Debo reconocer que no esperaba una voz así, ya que la fotografía que tenía presente era de una adulta joven.

-Buenos días, ¿es usted Helen Miller?

-Oh, busca a la señorita Miller, ¿puede esperarse un momento? En seguida le atiende.

La mujer, que podía entender que era una secretaria o una recepcionista, me dejó medio minuto en silencio. Jan me lanzaba miradas insinuando que quería saber qué pasaba. Yo asentí con la cabeza, indicándole que si habían contestado. Al instante, sonó la voz que estaba esperando.

-Buenos días, soy Helen Miller, ¿qué desea? – Esta vez, la voz sonaba más fina y delicada, una voz que pegaba con la mujer de la fotografía, Helen Miller.

-Hola, siento molestarla durante el trabajo.

-No se preocupe, no molesta. Usted dirá.

Jan ignoró completamente todas las novelas que aun debía editar y corregir. Se apoyó en la mesa, prestándome toda su atención.

-Me llamo Derek Bryant, le llamo desde la Editorial Eagle. Tengo entendido que su afición es escribir, ¿cierto?

-Así es. – No dijo nada más, se le notaban las ganas de saber más.

-Usted participó en un concurso literario comarcal que se realizó el pasado mes. Es verdad que no obtuvo el primer premio pero a los jueces les gustó igualmente su relato. Por eso, su relato ha llegado hasta las manos de una empresa editorial. – Hice una pequeña pausa, dejando tensión. – Nos gustaría publicar algún libro suyo.

-Me pilla usted un poco de imprevisto… presenté un relato, no un libro. Me parece una buena propuesta y la aceptaría en seguida si no fuera porque no tengo ninguna novela acabada ni siquiera empezada.

-Lo sabemos, sabemos que solo era un relato. No debe preocuparse por ello, nuestro objetivo es que escriba una novela a partir de ahora, con calma, sin prisa. Yo mismo he sido asignado para ayudarle con su escritura, soy editor.

-No sé qué decirle ahora mismo…

-No quiero una respuesta de inmediato, puede pensárselo. Es más, si lo prefiere, podemos quedar en persona para hablarlo mejor.

-Estaría bien, desearía saberlo todo al detalle antes de aceptar.

-Por supuesto, es comprensible. ¿Cuándo le va bien?

-¿Cuándo le va bien a usted?

-Hmm… ¿mañana? Siento que sea sábado, si no le va bien no se vea obligada a aceptar.

-Perfecto, ¿a las 10 de la mañana le va bien?

Pensé que realmente no me iba bien mañana por la mañana. Esa misma noche venía a visitarme Mara y por la mañana me apetecía descansar. De todas formas, no quise negarme a la propuesta.

-Sí, está bien, ahora sólo falta el lugar. ¿Sabe dónde está la cafetería Civit?

Jan, que ya apoyaba la cabeza sobre la mesa, se sobresaltó al oír el nombre.

Cuando aún vivía con Suzie vivía cerca de Helen, así que me conocía los lugares públicos y en especial la cafetería Civit, que visitaba casi todos los días.

-No, lo siento, la desconozco.

-¿Y el parque Agost?

-Sí, el parque sí.

-Quedamos allí entonces. Mañana por la mañana a las 10h en el parque Agost.

-Me parece bien, ¿desea algo más?

-No, eso es todo. Que tenga un buen día señorita Miller.

-Igualmente señor Bryant. Hasta entonces.

-Adiós.

Colgué el teléfono satisfecho por haberla encontrado. Sentía curiosidad por ella.

jueves, 15 de noviembre de 2012

U.u

Hoy no voy a subir la parte número 4, estoy agotada... he escrito, sí, pero quiero que la parte 4 sea más larga ya que a lo poco que he escrito le falta sabor. Espero poder subir mañana una parte más larga que las otras ^^.

PD: Vierneees allá vooy.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

??? [Parte 3] - Derek Bryant



-Bien pues, se llama Helen Miller y tiene 25 años. Es una mujer, sí, pero joven. Creo que no tiene ningún proyecto en mente, es decir, no tiene ninguna novela hecha por su cuenta. Lo que deseo es que la ayudes en todo lo posible. Serán horas extras que harás y que las dedicarás para ella, evidentemente, pagadas. Tu objetivo es llamarla, hablar con ella y proponerle el trato.

-¿Y cuál es el trato…? –Quería asegurarme bien de qué debía decirle a esa chica.

-Le ofrecemos un contrato para publicar su novela en nuestra editorial. Tú estarás a su servicio para todo y ella no tendrá que pagar tus horas, de eso se encarga la empresa. El trato es que los derechos sean de nuestra editorial, una vez se haya publicado el libro. Sería preferible que quedaras con ella uno de estos días y hablarle en persona. 

-¿Tienes sus datos personales?

-Aquí mismo. – Suzie tecleó varias cosas en el ordenador que tenía en frente y con rapidez salieron tres hojas de la impresora. – Tienes el nombre, edad, una foto suya, teléfono, su dirección, otros datos y el relato que presentó en el concurso.

Me pasó los tres papeles y me centré en seguida en su foto, que ocupaba toda una cara de papel. Lo que más me llamó la atención tan pronto la vi fue su cabello. Parecía habérselo teñido, ya que ese color rojo no tenía pinta de ser natural.

-No te empanes mirando su foto. – Me interrumpió Suzie, celosa.

Aparté la mirada de la foto y eché un vistazo rápido a la información.

-No vas a cambiar nunca Suzie, eres una celosa.

-Prefiero que me llames Suzzane.

Solté una risita al ver su cara de mosqueada y paré el cachondeo unos segundos después al ver que su seriedad persistía.

-Está bien, acepto el trato. Ayudaré a Helen tanto como pueda. ¿Cuáles son mis horarios y mis pagas?

-¿Es que ya estás pensando en eso? Seguro que quieres hacer pocas horas y cobrar mucho.

-Sabes que no es así, Suzie. – Volver a llamarla por su diminutivo hizo que arrugara la nariz. – Me veo capaz de hacer tantas horas como quieras con esta bella chica.

-Ya es suficiente. – Dio un golpe en la mesa para callarme. – Puedes retirarte ya, llámala, habla y queda con ella.

No tenía nada que objetar así que me levanté cuidadosamente, sin hacer mucho ruido y salí del despacho. No me molestaba que Suzie se cabreara, de hecho yo mismo la provocaba y mucho menos me daba miedo.

Jan seguía delante de su ordenador, ya se había terminado el café. Al verme sonrió y como siempre, no pudo mantenerse a decir algo.

-Se ha hecho corto, ¿no?

-No lo sé, supongo. –Le contesté mientras me sentaba. No me había fijado en el tiempo que había estado en el despacho de Suzie, no se me había pasado por la cabeza ni tampoco me interesaba.

-¿Puedo saber de qué se trata? Es raro que tú y Suzie… habléis, no sé.

-Sí, es extraño después de todo. Ha sido algo incómodo. Al parecer debo realizar un trabajillo extra para ella. Quiere introducir a una nueva escritora en la editorial y debo encargarme de ayudarla en todo lo posible.

-Menudo trabajo… estar con una mujer todo el tiempo. ¿Y quién es esa escritora? ¿Por qué ella?

-Es esta chica. – Le pasé las tres hojas que me había dado Suzie.

-¡Anda! Que mona, ¿no? ¿Ese pelo es natural?

-¡Y yo qué sé! – Dije agobiado con sus preguntas. – Suzie se ha entusiasmado con ella.

Jan me devolvió los papeles y me quedé mirándola de nuevo, pensando. Sinceramente, era mona, tal y como decía Jan.

-Al trabajo, empanado.

Le lancé a Jan una mirada asesina, evidentemente, no en serio. Acto seguido, cogí el teléfono y marqué el número de Helen.